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Comportamiento repetitivo canino: ¿trastorno o aburrimiento?

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Conductas repetitivas en perros: una visión etológica y clínica

El estudio de las conductas repetitivas en perros representa un campo de creciente interés en la etología clínica aplicada. Estas conductas incluyen giros constantes, lamido excesivo, persecución de la cola, saltos rítmicos o vocalizaciones sin causa aparente. Aunque inicialmente pueden parecer inofensivas o “curiosas”, su persistencia, frecuencia y resistencia al cambio sugieren la posibilidad de un trastorno compulsivo canino o una manifestación del aburrimiento en perros.

Desde una perspectiva neuroetológica, resulta esencial comprender las bases biológicas, emocionales y conductuales que subyacen a estos comportamientos. El análisis debe incluir los sistemas neuromoduladores implicados (dopamina, serotonina), los factores ambientales que propician el estrés crónico, y los patrones de refuerzo inadvertido por parte del tutor.

Revisión teórica y antecedentes científicos

Los primeros estudios sistemáticos sobre conductas estereotipadas en animales de compañía fueron realizados por Dodman et al. (1993), quienes propusieron que muchas conductas repetitivas en perros compartían mecanismos similares con los trastornos obsesivo-compulsivos (TOC) humanos, particularmente en lo que respecta a la liberación disfuncional de serotonina y el déficit de control inhibitorio cortical.

Posteriormente, autores como Landsberg, Hunthausen y Ackerman (2003) consolidaron el uso del término "trastorno compulsivo canino" (TCC) para describir conductas que cumplen con los siguientes criterios diagnósticos:

  • Repetición persistente sin función aparente
  • Resistencia a la interrupción
  • Impacto negativo sobre el bienestar del perro
  • Ejecución fuera de contexto

En contraposición, el aburrimiento canino ha sido descrito como un estado motivacional negativo derivado de un entorno carente de estímulos adecuados (Meagher, 2009). Este estado puede dar lugar a comportamientos repetitivos que buscan aumentar la estimulación sensorial o cognitiva, sin ser necesariamente disfuncionales.

La etología clínica actual considera que estas dos expresiones conductuales deben distinguirse mediante un análisis multifactorial que considere el historial del perro, sus condiciones de vida, las estrategias de refuerzo inadvertido, y los patrones de activación neurofisiológica implicados en cada caso.

Esta sección establece la base para identificar con precisión los errores comunes en el diagnóstico clínico de estas conductas, los cuales abordaremos a continuación.

Errores comunes en el diagnóstico de conductas repetitivas en perros

El diagnóstico clínico de las conductas repetitivas en perros presenta desafíos considerables incluso para profesionales experimentados. La línea divisoria entre una conducta aprendida, una estrategia de afrontamiento o un verdadero trastorno compulsivo canino puede ser difusa. A continuación, se analizan los errores más frecuentes cometidos durante la evaluación clínica y educativa, junto con sus causas subyacentes.

Error 1: Antropomorfización del comportamiento

Uno de los errores más extendidos en el diagnóstico de conductas repetitivas es la interpretación del comportamiento del perro desde un marco cognitivo humano. Expresiones como “está loco”, “lo hace por venganza” o “es una manía” carecen de base etológica y pueden llevar a tratamientos inapropiados.

Desde la etología clínica, se reconoce que los animales no actúan bajo juicios morales o intenciones humanas, sino por estímulos internos y externos que refuerzan sus conductas. Antropomorfizar puede retrasar un diagnóstico objetivo y reducir la eficacia de la intervención.

Error 2: Omitir el análisis funcional

El segundo error consiste en observar solamente la forma visible de la conducta (por ejemplo, girar en círculos), sin analizar su función. ¿Qué obtiene el perro con esa acción? ¿Evita algo? ¿Se autoestimula? ¿Busca atención?

El análisis funcional es la piedra angular de la etología clínica. Permite entender si la conducta es reforzada, evitativa, compulsiva o derivada del entorno. Su omisión conlleva a confusiones diagnósticas y estrategias educativas poco efectivas.

Error 3: Ignorar el entorno del perro

Muchos diagnósticos de “trastorno compulsivo” se emiten sin una revisión ambiental adecuada. El aburrimiento canino es una causa subestimada de conductas repetitivas. La falta de enriquecimiento cognitivo, estimulación olfativa, interacción social y rutinas predecibles genera frustración acumulada, que se manifiesta en conductas autogeneradas.

Diagnosticar sin observar el entorno puede llevar a medicar innecesariamente a un perro cuya conducta responde a condiciones reversibles.

Error 4: No aplicar protocolos estandarizados

En la actualidad existen escalas y protocolos de referencia, como el Cuestionario de Evaluación de Conductas Repetitivas de Luescher, que permiten sistematizar el diagnóstico. Ignorarlos conduce a juicios subjetivos y con baja replicabilidad clínica.

El uso de protocolos garantiza una evaluación transversal, cuantificable y reproducible, lo cual es fundamental tanto para el diagnóstico como para la reevaluación post-tratamiento.

Tablas comparativas sobre métodos de aprendizaje y sus efectos en conductas repetitivas en perros

Los métodos educativos aplicados durante el desarrollo del perro influyen directamente en la aparición, mantenimiento o inhibición de conductas repetitivas. A continuación se presenta una tabla comparativa con los principales enfoques de aprendizaje utilizados en el adiestramiento y modificación de conducta, y su impacto observado desde la etología clínica.

Método de aprendizaje Principios básicos Impacto en conductas repetitivas Comentarios etológicos
Refuerzo positivo (R+) Recompensar conductas deseadas para aumentar su frecuencia Reduce conductas repetitivas al redirigir y reforzar alternativas funcionales Favorece la plasticidad cognitiva y el equilibrio emocional
Castigo positivo (P+) Aplicar un estímulo aversivo para disminuir una conducta Puede intensificar comportamientos repetitivos por aumento del estrés Etológicamente desaconsejado, eleva la reactividad emocional
Extinción Ignorar una conducta no deseada para que desaparezca Puede generar aumento inicial del comportamiento (estallido de extinción) Requiere consistencia y puede combinarse con refuerzos alternativos
Enriquecimiento ambiental Incluir estímulos físicos, sociales y cognitivos Disminuye significativamente la frecuencia de conductas repetitivas Básico en prevención y rehabilitación de aburrimiento crónico
Desensibilización sistemática Exposición gradual a estímulos temidos con control emocional Útil cuando las conductas repetitivas tienen componente ansioso Debe realizarse bajo guía profesional para evitar sensibilización

Como muestra la tabla, las estrategias basadas en el refuerzo positivo y el enriquecimiento ambiental tienen el mayor impacto positivo en la reducción de conductas disfuncionales. Por el contrario, métodos punitivos incrementan la activación emocional y suelen agravar los síntomas. El uso de técnicas adaptadas al estado emocional y cognitivo del perro es fundamental en la intervención clínica.

Conclusión: soluciones científicas y recomendaciones etológicas

Distinguir entre un trastorno compulsivo canino y un cuadro de aburrimiento crónico no solo es una tarea diagnóstica, sino una responsabilidad ética y terapéutica. Las conductas repetitivas en perros son síntomas, no diagnósticos per se, y requieren una evaluación integral bajo criterios científicos, ambientales y emocionales.

Las claves para evitar los errores clínicos y mejorar los resultados educativos son:

  • Evitar la antropomorfización del comportamiento animal
  • Aplicar siempre análisis funcional de la conducta
  • Evaluar sistemáticamente el entorno físico, social y emocional
  • Usar protocolos clínicos validados (como los de Luescher o Landsberg)
  • Elegir intervenciones basadas en refuerzo positivo y enriquecimiento cognitivo

Además, los tutores deben ser formados no solo para corregir conductas, sino para comprender la naturaleza de su compañero canino, y así prevenir la aparición de alteraciones conductuales. El papel del etólogo clínico no se limita al diagnóstico: debe actuar como educador, intérprete del lenguaje animal y mediador del vínculo humano-perro.

Finalmente, la integración del conocimiento científico, la empatía y la observación estructurada permitirá transformar el abordaje de estas conductas, promoviendo una relación más sana, enriquecedora y respetuosa entre humanos y perros.

Autor: Rubén Borja 2025

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